Las secuelas del derrame de Repsol: “Me vi obligado a olvidar la pesca. Por más que quisiera volver no puedo”

Los días en que Miguel Ángel Núñez Cuba y sus hijos salían al amanecer desde Pachacútec, Ventanilla, para pescar en Bahía Blanca o Santa Rosa, parecen pertenecer a una era lejana. La pesca artesanal, que Núñez aprendió de un vecino hace 15 años, fue por mucho tiempo su principal fuente de sustento. Con técnicas tradicionales, él y su familia solían capturar unos 25 kilos de pescado por jornada, que luego vendían a los vecinos. Pero esa vida quedó atrás desde enero de 2022, cuando el derrame de petróleo en el terminal marítimo de La Pampilla, operado por la multinacional Repsol, cambió su realidad.

El impacto fue devastador. Las zonas donde pescaba con sus hijos se convirtieron en áreas contaminadas, y el mar, fuente de su sustento, se volvió inaccesible. La respuesta de Repsol, según Núñez, fue insuficiente: una canasta básica de alimentos que se agotó en una semana y una compensación inicial de 3,000 soles, monto que no refleja las pérdidas económicas ni el daño a su salud. “No se trata de andar mendigando a una empresa grande”, dice Núñez, expresando su frustración por la falta de una compensación justa.

Ante la imposibilidad de volver al mar, Núñez decidió reinventarse. Hoy se dedica a la porcicultura en un criadero que instaló cerca de su casa, donde cría 60 cerdos. Sin embargo, su transición a esta nueva actividad ha sido difícil. “De ganar entre 400 a 700 soles al día, ahora espero ver ganancias en uno o dos años”, comenta, destacando el sacrificio que ha hecho su familia.

A pesar de los desafíos, Núñez no ha perdido su espíritu luchador. Aunque ha tenido que abandonar la pesca, su conexión con el mar sigue viva, pero marcada por la conciencia de la contaminación que afecta a las especies marinas. “Ya no quiero ser pescador”, confiesa, reconociendo que regresar a esa actividad significaría contribuir al daño ambiental que tanto le duele.

La historia de Miguel Ángel Núñez es un testimonio de resiliencia, pero también de la lucha por justicia y dignidad. A dos años del desastre, las promesas de rehabilitación siguen sin cumplirse, y la compensación adecuada para los pescadores afectados continúa siendo una deuda pendiente. Mientras tanto, Núñez sigue adelante, adaptándose a su nueva vida, pero sin olvidar el mar que un día le dio todo.

Fuente : mongabay

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