El gobierno de EE.UU. acaba de duplicar la recompensa por Nicolás Maduro, pasando de 25 a 50 millones de dólares por información que lleve a su captura. Pero el mandatario venezolano, lejos de mantenerse en silencio, respondió con una amenaza que ya está encendiendo alarmas en Washington.

Durante su programa “Con Maduro+”, el líder chavista lanzó una advertencia directa y desafiante: “No se atrevan. Dejen quieto a quien quieto está. ¡Cualquier ofensiva será el inicio del final del imperio norteamericano!”
La frase, dicha ante millones de televidentes, ha puesto al mundo atento, las acusaciones que pesan sobre él incluyen narcotráfico, vínculos con el Tren de Aragua (grupo catalogado como organización terrorista), y conexión directa con el Cártel de Sinaloa.

Según la fiscal general de EE.UU., Pam Bondi, Maduro estaría relacionado con la incautación de 30 toneladas de cocaína, de las cuales al menos 7 estarían directamente asociadas a su red.
El canciller venezolano, Yvan Gil, también respondió, calificando la medida como “patética” y sugiriendo que se trata de una maniobra para desviar la atención del caso Jeffrey Epstein, que aún sacude a la élite estadounidense.
Las relaciones entre Caracas y Washington están más tensas que nunca. Las denuncias de fraude en las elecciones de julio de 2024, la represión de protestas y las sanciones económicas solo han profundizado una crisis diplomática que ya lleva años sin resolverse.

¿Estamos ante una nueva Guerra Fría latinoamericana?
Un dato clave: las acusaciones contra Maduro no son nuevas. Ya en 2020, EE.UU. lo señaló por supuestamente colaborar con las FARC para “usar la cocaína como arma” contra su país.
Hoy, sin que Venezuela haya presentado pruebas para refutar los nuevos cargos, el conflicto escala a niveles peligrosos.
Una recompensa millonaria.
Una amenaza de colapso imperial.
Y dos gobiernos que juegan al límite.
¿Se atreverá EE.UU. a ir tras Maduro? ¿Responderá Venezuela con más fuego?